Fiestas

Era tradición en Iznatoraf prender hogueras la víspera de la festividad de Santa Lucía -el 13 de diciembre-, con las que se imploraba a la santa la protección y salvaguarda de todas las enfermedades de la vista, fiesta que entroncaba en el tiempo con la devoción a la Inmaculada Concepción en cuyo día -el 8 de diciembre- y durante el siglo XVIII era costumbre que su cofradía distribuyera pan en la noche de Navidad entre los más necesitados. Estas costumbres forman ya parte del recuerdo histórico de Iznatoraf, caso también de las actividades que organizaba la cofradía de Ánimas para recaudar fondos para sus piadosos fines, entre las que se encontraba la organización de bailes donde por medio de una peculiar subasta se elegía a la pareja para una determinada pieza de baile. Perdida se encuentra también la celebración de San Antón -el 17 de enero-, que marcaba el comienzo del ciclo festivo agrícola con la bendición de los animales que acompañaban a los torafeños en sus tareas en el campo, y donde era costumbre que un marranillo fuera criado por todo el pueblo para su posterior subasta o rifa a beneficio de la hermandad de San Antonio Abad; festividad a la que seguía la Candelaria, donde también se encendían hogueras.

Muy curiosas e interesantes son las manifestaciones que se llevan a cabo durante el Jueves y Viernes Santo por los miembros de la cofradía de Nuestro Padre Jesús, que forman parte de un mayor abanico de actos de la religiosidad popular, con representaciones de pasajes de la Pasión que hoy ya no se llevan a cabo en toda su extensión y esplendor.

Otra antigua tradición era la celebración del día de la Cruz, el 3 de mayo, cuando era costumbre salir al campo a «atar el diablo», menester que como rito protector de las cosechas contra las plagas y el pedrisco se solía hacer anudando algunas matas, aún verdes, de las siembras.

En la primera semana de septiembre, siendo el día grande de la fiesta la jornada del 3, se celebran las fiestas y ferias del Cristo de la Veracruz, con encierros de reses bravas que se llevan a cabo durante la noche por las empinadas calles de la antigua villa. Estos festejos tienen su preludio en el último día de agosto, cuando es trasladada la santa imagen desde su ermita hasta la iglesia parroquial. Su origen se remonta a tiempos de la conquista cristiana, cuando el obispo Ximénez de Rada, quien acompañara al rey Alfonso VIII en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, propició tal devoción, para lo cual comenzó, en un paraje próximo a la batalla, por construir una ermita bajo la advocación de Santa Elena, donde durante algún tiempo se custodió la cruz de guía de las huestes cristianas. Tal costumbre y tal devoción fueron propagadas por tal obispo en todas aquellas fortalezas que les eran ganadas a las tropas árabes.

Digna de mención es la devoción que los torafeños profesan a su patrona la Virgen de la Fuensanta, tradición que data del siglo XI, cuando el rey moro Alimenón se convirtiera al cristianismo. Dicen que enterado el rey de que su mujer profesaba la fe de Cristo mandó que le sacaran los ojos y le cortaran las manos. Obrose el milagro cuando a la mujer mutilada, por mediación de la Virgen, le fueron restituidas las manos y la vista al tocar el agua de una milagrosa fuente, mandando el rey arrepentido que se construyera en aquel lugar una ermita donde se le rindiera culto a la que habría de ser desde entonces Santa María de Iznatoraf.

Posee Iznatoraf un rico patrimonio de canciones populares incluidas en los distintos ciclos festivos de Navidad, Semana Santa, el ciclo agrario y las celebraciones festivas de bodas, bautizos y patronales. Muy arraigada en esta localidad estuvo su jota, muy del estilo de las jotas de la zona y similar a las de Villanueva del Arzobispo, Navas de San Juan y algunas otras de la zona de Cazorla. Se bailaba acompañada de guitarra, laúdes y acordeón, produciendo «pitos» con las yemas de los dedos. Otra modalidad muy antigua son las canciones llamadas «mayeras», cuya música pertenece al grupo de los campanilleros, con letras religiosas que hacen incluso alusión a devociones no pertenecientes a la localidad. Con estas canciones se recorrían calles y plazas, sobre todo al amanecer, con guitarras y acordeón en grupos de mozos.


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